1. LA FAMILIA

El proceso de recuperación del paciente y sus familiares será más exitoso cuanto más concienciados estén de la importancia de una comunicación fluida y sincera y un apoyo mutuo que permita afrontar en equipo las posibles secuelas de la enfermedad. En esta nueva fase, no hay que olvidar que, aunque el diagnóstico del cáncer puede afectar negativamente a la unidad de tu familia, también puede contribuir a fortalecer los lazos que había entre vosotros. La dinámica familiar se beneficia de las habilidades demostradas ante la enfermedad por algunas personas, que han asumido un rol no esperado hasta entonces. Estas habilidades no tienen por qué ser nuevas, pero quizá se pongan de manifiesto, por primera vez, ante la situación novedosa que supone el proceso de un cáncer.


La comunicación en la familia es uno de los retos tanto durante como después de los tratamientos. Para lograrlo, habrá que combatir la posible «conspiración del silencio», es decir, el acuerdo, que puede ser implícito o explícito, de no hablar de la enfermedad ni de todo aquello que se relacione con ella. Con este silencio se pretende transmitir una falsa sensación de normalidad, que permita actuar como si nada hubiese pasado.
Ahora puede ser el momento de plantear problemas o cuestiones que hayan sido encubiertos durante la enfermedad, pero también puede surgir la duda de si es conveniente exponer los propios miedos y preocupaciones o si es mejor no hablar más del tema. La comunicación entre vosotros y la forma en que afrontéis esta nueva situación dependerá de muchos factores, pero un aspecto clave será la manera en que os hayáis relacionado a partir del diagnóstico.


La familia debe respetar el proceso de recuperación de cada uno de sus miembros


De cualquier forma, es fundamental que la familia respete el proceso de recuperación de cada uno de sus miembros. Ejercer presiones para que todos afronten la vida después del cáncer de la misma forma solo dará lugar a actitudes y comportamientos artificiales y no sinceros. Ante esta situación, es posible que algunas personas solo expresen aquello que los otros quieren ver, bien por evitar hacer daño o bien porque se sienten culpables de sus sentimientos. En este caso, la familia no está ejerciendo su función natural de apoyo, al no saber qué preocupa a sus miembros y favorecer el aislamiento de la persona en cuestión, así como el retraso en su recuperación.


Puede suceder que en tu familia haya personas que consideren que la remisión es el punto final de la enfermedad, y que otras todavía la vivan y sientan de forma directa, como consecuencia de secuelas físicas, sociales, psicológicas… Es fundamental tener empatía e intentar comprender cada situación para evitar posibles sentimientos de culpa, aislamiento, soledad o ira de las personas que aún conviven con el cáncer. Pero la empatía solo se consigue con una buena comunicación, no dando por sentado ni presuponiendo lo que siente cada uno. Sin empatía ni comunicación, no conseguiréis conocer la naturaleza de los problemas reales y, por tanto, no podréis plantear una solución.

familia


Esta comunicación debería ser constructiva y tender, al menos, a la recuperación emocional y social de todos los miembros de la familia. Igual de importante será que habléis y os escuchéis para compartir aquellos aspectos que os preocupan, como que procuréis que la enfermedad vaya ocupando un lugar más secundario en vuestras vidas, de manera progresiva y gradual.


Además, conviene que sepas identificar y prevenir las reacciones emocionales debidas al «efecto contagio». Es decir, reconocer cuándo interiorizas como propias las emociones de otra persona, como consecuencia de la exposición mutua y continua a la ansiedad, la tristeza o el miedo. Ser consciente de que las emociones de los otros pueden influirte y saber identificar las causas por las que te sientes de una forma determinada te ayudará a ver de forma objetiva estos sentimientos y dar soluciones concretas al malestar que puedas sentir.


Por otro lado, el proceso de vuelta a la normalidad de la familia tras la enfermedad también requiere que valoréis tanto los roles de cada uno de los miembros como vuestra dinámica durante los tratamientos. El diagnóstico y las terapias pueden haber producido un cambio en el papel que teníais antes del cáncer.


Conviene saber valorar el esfuerzo realizado por cada uno durante la enfermedad. Afrontar un cáncer, como paciente o como familiar, supone un reto para el cual no solemos estar preparados o formados. Por ello, tras la remisión, es conveniente valorar las experiencias pasadas con perspectiva y reconocer el papel desempeñado por cada uno de los miembros de la familia.


Para afrontar posibles conflictos, puede ser conveniente crear un entorno de confianza en el que os sintáis cómodos para expresar vuestras emociones. Este entorno solo se podrá construir si os abstenéis de enjuiciar o culpabilizar a los demás de lo que dicen o piensan. Además, en este espacio se deben respetar las diferencias comunicativas y relacionales, así como la diversidad de rasgos en el carácter y forma de ser de cada persona.


La unidad familiar es una pieza clave en el proceso de readaptación a la vida después del cáncer


Queda claro, por tanto, que la unidad familiar tiende a ser una pieza clave en el proceso de readaptación a la vida después del cáncer, con especial importancia de la familia nuclear (grupo formado por los miembros de una pareja y sus hijos, o por un adulto y sus hijos). Pero es necesario clasificar estas dinámicas familiares en función de la relación de parentesco, ya que cada una tiene características propias y específicas. A continuación abordaremos las relaciones entre padres e hijos y entre los hermanos. La relación entre los miembros de la pareja se tratará más adelante.

La familia es el núcleo principal de apoyo durante la enfermedad y tras los tratamientos continua teniendo un rol fundamental en la vuelta a la cotidianidad. Vivir un proceso oncológico impone restricciones a todos los miembros de la familia, por lo que es necesario un periodo de reajuste y adaptación individual y colectiva. Emplear las potencialidades y roles de cada uno, y generar dinámicas que permita el desahogo emocional del grupo, son algunas de las propuestas para poder afrontar de forma colectiva la vida después del cáncer.

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