1.3. Estoy en baja forma

 

Tener un estado físico adecuado no se consigue solo con la intención de hacer deporte. Tu forma física variará en función del tiempo transcurrido desde la finalización del tratamiento y de los hábitos que tuvieras antes de tu diagnóstico. Así, si has terminado la terapia recientemente aún te sentirás cansado y sin fuerzas. Además, si no estabas en forma antes del diagnóstico, obviamente tampoco vas a estarlo al terminar el tratamiento. En estos casos te costará más comenzar con la actividad física y mantenerla como un hábito de tu vida cotidiana.

Elige una actividad que te guste, que te resulte divertida o que puedas practicar con tus amigos o familia. El objetivo es que te sientas capaz y con ganas de convertirla en un hábito y puedas mantenerla en el tiempo. Caminar o hacer bicicleta estática suelen ser buenas opciones.

Lo más importante es que no tengas prisa por alcanzar grandes metas. Puedes comenzar con hábitos cotidianos, como llevar las bolsas del supermercado, caminar… Es mejor ir poco a poco, empezando por algún tipo de ejercicio de baja intensidad unas tres veces por semana. La mejor manera de diferenciar un ejercicio de baja intensidad o moderado de otro vigoroso es mantener una conversación mientras se realiza. Sabrás que es vigoroso o enérgico si te resulta imposible conversar. Si es puedes, trata de realizarlo durante 20 minutos, aunque necesites hacer descansos. Si te sientes con fuerzas para hacer alguna sesión extra de diez minutos, mucho mejor.

Cuando te sientas cómodo con la actividad de baja intensidad, podrás pasar a otra de intensidad moderada. Camina a un ritmo de entre cuatro y seis kilómetros por hora, nada o monta en bicicleta entre tres y cinco días a la semana. Más adelante, podrás pasar al ejercicio vigoroso, como correr a unos ocho kilómetros por hora, o practicar natación o ciclismo a un ritmo mayor. Con dedicar a estas actividades dos o tres días no consecutivos a la semana será suficiente.

“Es importante poner las metas más cerca de ti. Como las alcanzas antes te sientes más satisfecha” Ana Huete (paciente y familiar)

Si no confías en tu fuerza de voluntad, establecer metas quizá te ayude «medir» tus progresos y fijarte algunos objetivos. Puedes emplear un podómetro, que cuenta el número de pasos que das, o un pulsímetro, que mide el pulso y te permite saber si tu frecuencia cardiaca durante el ejercicio es adecuada. En general, para un estilo de vida saludable se recomienda caminar en torno a diez mil pasos al día. Medirlos podría suponer un estímulo que te ayude a mantener y mejorar tu actividad física. Para lograr este objetivo también pueden ser útiles las nuevas tecnologías ya que, actualmente, los smartphones disponen de aplicaciones que permiten memorizar el ejercicio realizado. De esta forma, sabrás si te adaptas a las recomendaciones.

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¿Cómo se si hago ejercicio moderado o vigoroso?

Hay una prueba sencilla y bastante fiable. El ejercicio moderado es aquel que nos permite mantener una conversación mientras lo realizamos. En cambio, el vigoroso nos impide hablar.

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